Tras haber ganado dos campeonatos mundiales de Fórmula 1, la esposa de Brabham le animó a retirarse de las carreras tras la temporada de 1965.
Su equipo no lo necesitaba a los mandos del coche. No valía la pena el riesgo: la Fórmula 1 era un deporte peligroso.
Sin embargo, la temporada de 1966 lo cambiaría todo. Mientras otros equipos experimentaban con los V12 de 3,0 litros recién permitidos, Brabham iba a lo seguro. Sabía que un motor V8, fabricado con piezas existentes, daría a los coches de su equipo menos potencia, pero una ventaja en términos de fiabilidad. Entusiasmado por la perspectiva de esta batalla V8-V12, y luchando por encontrar pilotos competitivos para su equipo epónimo, Brabham se encontró de nuevo al volante, corriendo con neumáticos Goodyear.